Cuando, durante la tercera entrega de la saga del intrépido Indiana Jones, el sagaz arqueólogo consigue resolver el complicado acertijo final que le propone el caballero guardián, se cumple un anhelado sueño de la cristiandad durante siglos, el hallazgo del
Santo Grial, el cáliz en el que Jesús de Nazareth bebió el vino consagrado durante la Ultima Cena.Si traspasamos el celuloide, sin embargo, no parece existir constancia real de la existencia, mucho menos del hallazgo, de tal sagrada reliquia para el universo cristiano.
La Iglesia católica reconoce como auténtico el vaso de calcedonia que se encuentra custodiado en la catedral de Valencia, adonde llegó en 1437 despues de un azaroso periplo geográfico y cronológico.Resulta absolutamente ensoñador conocer los detalles de tal singladura, desde la Jerusalén del siglo I hasta su ubicación final en Valencia, pasando por Antioquía, Roma, donde fue llevada por San Pedro, Huesca y diversos monasterios del Prepirineo oscense que albergaron durante siglos la valiosísima reliquia.
No menos fantasiosa, o artificiosa, se presenta la hipótesis emitida en forma de publicación literaria por tres estudiosos como
Baigent, Leigh y Lincoln en el año 1982 con el nombre de
El Enigma Sagrado.En ella no sólo refutan la misma existencia del cáliz, sino que además aportan un conjunto de elucubraciones, algunas de ellas basadas en documentos y pruebas arqueológicas, que pretenden reorientar el mito Griálico en una dirección totalmente diferente a la versión tradicional y unánimemente aceptada por el orbe cristiano.
No en vano propugnan una reinterpretación, considerada herética y falsaria por parte del estamento clerical, del final de Jesús de Nazareth.Según su versión, no murió en la cruz y pudo escapar a sus captores, huyendo acompañado de su esposa, María de Magdala, a través del Mediterráneo hasta alcanzar la costa provenzal, al sur de Francia.En una vorágine de coincidencias y avatares históricos, la descendencia de ambos consigue elevarse hasta las más altas instancias del poder temporal en la figura de los reyes merovingios, el último de los cuales,
Dagoberto II, fallecerá en extrañas circunstancias asesinado en Stenay en el año 679.Los usurpadores no pudieron, sin embargo, acabar con la vida de su vástago, Sigisberto IV, que fue salvado por los partidarios de su augusto padre.Viviendo en la clandestinidad, Sigisberto y sus descendientes siempre conservaron la memoria del trono perdido de Austrasia y nunca perdieron la esperanza de que uno de sus miembros consiguiese alguna vez la restitución de la corona.
La creación de la
Orden del Priorato de Sion, durante la primera Cruzada, se enmarca
dentro de una estrategia diseñada por la
Sang Real, de la que devendrá Santo Grial, para intentar recuperar la ascendencia merovingia sobre la institución real.Ilustres personajes históricos como Godofredo de Bouillon, Leonardo, Newton o Debussy parecen haber gozado de la más alta consideración dentro de la orden, el
Nautonnier.Una odisea profundamente literaria y una locura románticamente descabellada, pero que cuenta con sus partidarios.Entroncado en toda esta ramificación, aparece otro aparente misterio como lo es
Rennes-le-Chateau y los misteriosos manuscritos hallados por el abate Berenger Saunière en el interior de un
capitel de su iglesia parroquial.Supuestamente, esos documentos antiquísimos conservaban una serie de detalladas descripciones genealógicas que ponían en entredicho la estabilidad y la continuidad del dogma católico.En cualquier caso, para los profanos de a pie, toda esta controversia carece de sentido práctico, aunque creo que se merece un singular tratamiento cinematográfico.
Será un cáliz o será una alegoría mística.O quizás no será nada.Pero seguirá encendiendo la febril imaginación de muchas mentes calenturientas.Despues de todo, todos perseguimos algún mito.Aunque nunca deseemos encontrarlo.
Saludos.
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