ALFARERIA, RELIQUIA ARTESANAL
Debemos retrotraernos a remotos estados de desarrollo de la civilización, una vez superada la mera economía de subsistencia para dar paso a modos de vida sedentarios relacionados íntimamente con la aparición de la agricultura y la ganadería, para encontrar los orígenes de la alfarería, el arte de modelar el barro con fines decorativos, votivos o para uso cotidiano.
Significativamente, podemos recordar las tablillas de barro mediante las cuales los sumerios nos han legado sus crónicas a través de la escritura cuneiforme o las artísticas figuras policromadas que acompañaban a los faraones del antiguo Egipto en su sueño eterno.
Durante miles de años, los artesanos alfareros han conseguido crear objetos útiles para la humanidad partiendo del sustrato básico del que emana la vida, el barro.Torno, barro, horno y el instrumento indispensable de un buen artesano que se precie de serlo: sus manos.
El alfarero es un moldeador de sueños que acaricia la voluble arcilla con guante de seda.Y sus creaciones, fantasías oníricas materializadas por el ardiente horno. Son, decididamente, los últimos artesanos.
Si nos remontamos cronológicamente unos cuantos decenios, hallaríamos numerosos nucleos rurales con una abundante presencia de alfares, que con el inexorable paso del tiempo, han devenido en inncesarios.Apenas persisten unos cuantos románticos de este antiguo arte que sobreviven mediante una producción artesanal específicamente orientada a la oferta turística.
No por ello se ha resentido la calidad de los productos que, gracias a la optimización de los tratamientos a base de nuevas sustancias y nuevas técnicas de horneado, ofrecen una amplia gama de objetos decorativos y de uso cotidiano, junto con exquisitas obras de arte cerámico.
Allá donde las áridas alcarrias conquenses se funden con las estribaciones de la agreste serranía, se halla la señorial ciudad de Priego, donde todavía se respira ambiente alfarero y se mantiene vigente una tradición remontable a los primeros pobladores celtíberos de la zona.
No pierdan ocasión de admirar las exquisitas cerámicas de unos artesanos reacios a la desaparición de su añejo arte.
Saludos.
Significativamente, podemos recordar las tablillas de barro mediante las cuales los sumerios nos han legado sus crónicas a través de la escritura cuneiforme o las artísticas figuras policromadas que acompañaban a los faraones del antiguo Egipto en su sueño eterno.
Durante miles de años, los artesanos alfareros han conseguido crear objetos útiles para la humanidad partiendo del sustrato básico del que emana la vida, el barro.Torno, barro, horno y el instrumento indispensable de un buen artesano que se precie de serlo: sus manos.
El alfarero es un moldeador de sueños que acaricia la voluble arcilla con guante de seda.Y sus creaciones, fantasías oníricas materializadas por el ardiente horno. Son, decididamente, los últimos artesanos.
Si nos remontamos cronológicamente unos cuantos decenios, hallaríamos numerosos nucleos rurales con una abundante presencia de alfares, que con el inexorable paso del tiempo, han devenido en inncesarios.Apenas persisten unos cuantos románticos de este antiguo arte que sobreviven mediante una producción artesanal específicamente orientada a la oferta turística.
No por ello se ha resentido la calidad de los productos que, gracias a la optimización de los tratamientos a base de nuevas sustancias y nuevas técnicas de horneado, ofrecen una amplia gama de objetos decorativos y de uso cotidiano, junto con exquisitas obras de arte cerámico.
Allá donde las áridas alcarrias conquenses se funden con las estribaciones de la agreste serranía, se halla la señorial ciudad de Priego, donde todavía se respira ambiente alfarero y se mantiene vigente una tradición remontable a los primeros pobladores celtíberos de la zona.
No pierdan ocasión de admirar las exquisitas cerámicas de unos artesanos reacios a la desaparición de su añejo arte.
Saludos.
Etiquetas: Avatares, Plasticidad, Terruño
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