CASAS DE INDIANOS
Durante las postrimerías del siglo XIX y los albores del siglo XX se produjo una emigración masiva de buscadores de fortuna desde la cornisa cantábrica con destino a ese nuevo mundo hermano al otro lado del charco conocido como Hispanoamérica.Un aumento demográfico desmedido junto con una endémica pobreza asociada a primitivas formas de subsistencia y una tremenda ilusión por encontrar su particular Eldorado motivaron esa avalancha humana hacia las Indias, semejando una segunda conquista.
Gallegos, asturianos, cántabros, vascos emprendieron valientemente una peligrosa travesía que suponía para ellos un cambio de decorado radical.Naciones amigas y hermanas como Venezuela, Argentina, Cuba, Puerto Rico y otras que me dejo en el tintero acogieron a los españoles con los brazos abiertos, ofreciéndoles un amplio abanico de posibilidades desconocidas para ellos.Muchos de ellos consiguieron satisfacer sus expectativas y culminar éxitosamente sus carreras profesionales.Sin duda, muchos más debieron conformarse con mucho menos.
Para muchos indianos, así es como se les denomina comúnmente más allá del Escudo, Pajares y Cebreiro, la llamada de la tierra que los vio nacer siempre estuvo presente en su pensamiento de forma que, llegados a una provecta edad y una vez satisfecha la misión autoencomendada que les mantenía lejos del terruño, era lógico el retorno a sus raices naturales, a sus colinas herbosas, a su orbayu cotidiano, a su lánguida neblina.
Normalmente estos indianos retornados volvían enriquecidos monetariamente hablando, motivo por el cual recibían el público reconocimiento de sus paisanos.A veces se convertían en auténticos mecenas en sus poblaciones natales contribuyendo a la erección de centros educativos o la mejora de las infraestructuras viarias o equipamientos socioculturales.Para realzar el valor de su hazaña se hacían construir verdaderos palacetes o mansiones acordes a su exultante esplendor económico.Las casas solían dotarse de elementos modernistas muy al uso, con fachadas ricamente ornamentadas pintadas en colores vistosos y un espacioso jardín en el que la presencia de la simbólica palmera era algo inexcusable.
Una gran parte de esas antiguas casas de indianos han llegado, afortunadamente, a nuestros días para atestigüar su excelente factura producto de la fantasía y la imaginación de aquellos intrépidos emigrantes de ida y vuelta.Desde la remota Galicia hasta la brava Euskadi se pueden admirar cientos de casonas, pazos, caseríos que todavía conservan muy fresca la memoria de sus propietarios iniciales.El palacio del Marqués de Sobrellano en Comillas, el hotel Palacio Arias en Navia o Casa Doñano en Ribadeo pueden ser una somera muestra de la extensa variedad existente.
Se puede a llegar a pagar un elevado precio por la materialización de nuestros sueños, pero la existencia de este tipo de soñadores acredita la posibilidad real de alcanzar el culmen de nuestras ilusiones.Esas voluminosas palmeras que subsisten en el apacible y meloso clima norteño simbolizan tales logros.¿Llegaré a plantar la palmera que me corresponde?.Pese a no haber cruzado el charco.
Saludos.
Gallegos, asturianos, cántabros, vascos emprendieron valientemente una peligrosa travesía que suponía para ellos un cambio de decorado radical.Naciones amigas y hermanas como Venezuela, Argentina, Cuba, Puerto Rico y otras que me dejo en el tintero acogieron a los españoles con los brazos abiertos, ofreciéndoles un amplio abanico de posibilidades desconocidas para ellos.Muchos de ellos consiguieron satisfacer sus expectativas y culminar éxitosamente sus carreras profesionales.Sin duda, muchos más debieron conformarse con mucho menos.
Para muchos indianos, así es como se les denomina comúnmente más allá del Escudo, Pajares y Cebreiro, la llamada de la tierra que los vio nacer siempre estuvo presente en su pensamiento de forma que, llegados a una provecta edad y una vez satisfecha la misión autoencomendada que les mantenía lejos del terruño, era lógico el retorno a sus raices naturales, a sus colinas herbosas, a su orbayu cotidiano, a su lánguida neblina.
Normalmente estos indianos retornados volvían enriquecidos monetariamente hablando, motivo por el cual recibían el público reconocimiento de sus paisanos.A veces se convertían en auténticos mecenas en sus poblaciones natales contribuyendo a la erección de centros educativos o la mejora de las infraestructuras viarias o equipamientos socioculturales.Para realzar el valor de su hazaña se hacían construir verdaderos palacetes o mansiones acordes a su exultante esplendor económico.Las casas solían dotarse de elementos modernistas muy al uso, con fachadas ricamente ornamentadas pintadas en colores vistosos y un espacioso jardín en el que la presencia de la simbólica palmera era algo inexcusable.
Una gran parte de esas antiguas casas de indianos han llegado, afortunadamente, a nuestros días para atestigüar su excelente factura producto de la fantasía y la imaginación de aquellos intrépidos emigrantes de ida y vuelta.Desde la remota Galicia hasta la brava Euskadi se pueden admirar cientos de casonas, pazos, caseríos que todavía conservan muy fresca la memoria de sus propietarios iniciales.El palacio del Marqués de Sobrellano en Comillas, el hotel Palacio Arias en Navia o Casa Doñano en Ribadeo pueden ser una somera muestra de la extensa variedad existente.
Se puede a llegar a pagar un elevado precio por la materialización de nuestros sueños, pero la existencia de este tipo de soñadores acredita la posibilidad real de alcanzar el culmen de nuestras ilusiones.Esas voluminosas palmeras que subsisten en el apacible y meloso clima norteño simbolizan tales logros.¿Llegaré a plantar la palmera que me corresponde?.Pese a no haber cruzado el charco.
Saludos.
Etiquetas: Bosquejos, Delineaciones, Panorama
5 Comments:
Tal como está el precio de la vivienda no te digo lo que puede costarte una con parcela para plantar la palmera.
Son otros tiempos, si no sacarte tajada en la burbuja de Internet, solo te queda dedicarte a la especulación de suelo o meterte en política (local of course) para ser un indiano de hoy día.
Siempre nos queda Cuenca, pero allí las palmeras me parece que no se dan.
Lula:
Me debo conformar, pues, con ser un cuencano...y a mucha honra...Lo que te digo, con el doncel voy que me mato...
Agur.
jo, son geniales ¿verdad?
tuve oportunidad de estar por allí hace dos años.
Y de ver esa foto en "vivo y en directo"...
besos!
Lo que más me gusta de este blog es que no dejo de sorprenderme con la variedad de cosas que cuentas. Creo recordar que conocí ese palacio de Comillas hace ya años.
almena:
Suelo frecuentar los ambientes asturianos casi todos los años y tanto el paisaje como el paisanaje son especiales...
Carlos:
Estarás conmigo en que es enriquecedora esa sorpresiva capacidad tuya...Además, es un rasgo eminentemente humano, uno nunca deja de sorprenderse...
Agur.
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