LÁBARO
Esta sugerente palabra nos traslada a pretéritas épocas de supremacía romana sobre el orbe conocido, cuando las águilas romanas se paseaban victoriosas por numerosos campos de batalla, ondeando al viento sus orgullosos lábaros con la archiconocida leyenda inscrita SPQR, Senatus Populus-Que Romanus, mostrando a esos desharrapados bárbaros la fuerza y el irresistible impulso de la civilización romana.
Indaguemos un tanto acerca del origen del estandarte imperial romano por excelencia, el lábaro.Resulta que en tiempos del emperador Octavio Augusto hubo un aguerrido, montaraz y heroico pueblo allende las escarpadas montañas que bordean la meseta castellana por el norte, que osó oponerse al incontenible avance de las legiones.Los cántabros eran unos seres indómitos, valerosos hasta el desapego por la vida, orgullosos de sus tradiciones y reacios a la dominación extranjera.
Parece ser que los cántabros trajeron en jaque a la poderosa maquinaria bélica romana durante la friolera de 10 años, incluso el emperador Augusto sufrió los rigores del húmedo clima y del indesmayable hostigamiento enemigo, usando tácticas de guerrilla que causaron esporádicas catástrofes al ejercito imperial.A pesar del arrojo demostrado por los intrépidos cántabros, la apisonadora romana impuso su ley, a sangre y fuego, sobre el territorio norteño, sepultando definitivamente la autonomía cántabra.
Tal vez por la lacerante victoria cosechada, tan costosa para Roma, y en reconocimiento al valor demostrado por su inasequible al desaliento oposición al sometimiento, el ejército romano asimiló el típico estandarte cántabro, un pendón de tela de color púrpura adornado con una esvástica circular bordada, empleado por los guerreros cántabros para comunicar señales durante una refriega, como parte integrante de la impedimenta de las legiones, cuyo portador ostentaba honoríficamente el título de cantabrarii.
La historia parece que la han escrito los vencedores.En este caso, no sólo la redactaron sino que se llevaron el estandarte.Más adelante, otros vinieron que se lo quitaron.Así es la historia.Como la vida misma.
Saludos.
Indaguemos un tanto acerca del origen del estandarte imperial romano por excelencia, el lábaro.Resulta que en tiempos del emperador Octavio Augusto hubo un aguerrido, montaraz y heroico pueblo allende las escarpadas montañas que bordean la meseta castellana por el norte, que osó oponerse al incontenible avance de las legiones.Los cántabros eran unos seres indómitos, valerosos hasta el desapego por la vida, orgullosos de sus tradiciones y reacios a la dominación extranjera.
Parece ser que los cántabros trajeron en jaque a la poderosa maquinaria bélica romana durante la friolera de 10 años, incluso el emperador Augusto sufrió los rigores del húmedo clima y del indesmayable hostigamiento enemigo, usando tácticas de guerrilla que causaron esporádicas catástrofes al ejercito imperial.A pesar del arrojo demostrado por los intrépidos cántabros, la apisonadora romana impuso su ley, a sangre y fuego, sobre el territorio norteño, sepultando definitivamente la autonomía cántabra.
Tal vez por la lacerante victoria cosechada, tan costosa para Roma, y en reconocimiento al valor demostrado por su inasequible al desaliento oposición al sometimiento, el ejército romano asimiló el típico estandarte cántabro, un pendón de tela de color púrpura adornado con una esvástica circular bordada, empleado por los guerreros cántabros para comunicar señales durante una refriega, como parte integrante de la impedimenta de las legiones, cuyo portador ostentaba honoríficamente el título de cantabrarii.
La historia parece que la han escrito los vencedores.En este caso, no sólo la redactaron sino que se llevaron el estandarte.Más adelante, otros vinieron que se lo quitaron.Así es la historia.Como la vida misma.
Saludos.
Etiquetas: Avatares, Terminología
2 Comments:
Interesante origen. La verdad es que como logo está muy logrado, digno del mejor diseñador moderno.
Por cierto, acabo de sindicarte en Bloglines, porque no quiero seguir perdiéndome tus dosis diarias de erudición.
Carlos:
Ya te confieso de antemano que yo no he sido, muy a mi pesar...
Me congratula leer tus palabras, si me consideras digno de formar parte de tu sindicato...Mil gracias y que aproveche...
Agur.
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