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martes, febrero 28, 2006

GARGANTA PROFUNDA

Ya escucho las risitas atenuadas de algunos de vosotros despues de leer el título del post, inevitablemente la mente humana tiende a asociar de manera inmediata y supongo que de todos es conocida la exitosa versión pornográfica de los años 70 que posteriormente sirvió para designar al anónimo personaje que destapó el escándalo del Watergate en la era Nixon.

Pues no, pequeños/as sátiros/as de risa fácil, hoy voy a referirme a esos fascinantes accidentes geológicos moldeados por la impenitente acción erosiva de las corrientes fluviales sobre sustratos calcáreos que responde a las acepciones de garganta, hoz, tajo, estrecho, barranco, cañón o desfiladero.

Los terrenos calizos, por su porosidad inherente, se prestan de manera inmejorable al desgaste erosivo del agente acuático, de forma que una corriente de líquido elemento fluyendo continuamente sobre dicho sustrato, en el transcurso de siglos o milenios, irá horadando la formación rocosa hasta la formación de esos profundos tajos de paredes vertiginosas que parecen engullir a todo el que osa poner el pie en su seno.

El intrépido observador humano que se adentra en las fauces del tal monstruo, si supera ciertas reticencias de corte claustrofóbico, verá recompensada su audacia por la contemplación extática de los sólidos murallones rocosos que albergan el estrecho cauce del río poblados por osados especímenes vegetales desafiando la atracción del vacío.Una obra natural que supera cualquier intento humano por emularla, mostrando, una vez más, la limitada capacidad humana.

Decía Don Benito Pérez Galdós acerca del desfiladero de la Hermida que más que garganta, debería llamarse el esófago porque una vez que uno entra en ella, se siente tragado por la tierra.Sin duda, éste puede ser un testimonio que habla a las claras sobre las sensaciones que nos aguardan al atravesar una garganta.Estimulante, emocionante y reconfortante, diría yo.Sobre todo, si se consigue salir indemne del atolladero.

Ciñéndome al reducido espacio que abarca la piel de toro, existe toda una rica gama de hoces digna de un país tan escarpado como el nuestro.Podría citar la Hermida en la Liébana, Cantabria, espectacular como ninguna, o el transitado desfiladero del Cares en Asturias, sin olvidarme del cañón del río Lobos en Soria-Burgos, las hoces del Duratón, en Segovia o la foz de Lumbier, Navarra.Pero como dicen que la tierra tira mucho, y yo soy muy terrícola, no me resisto a reseñar aquí esas dos distinguidas expresiones de la serranía conquense que constituyen la Hoz de Beteta, la Hoz de Tragavivos y el Estrecho de Priego.Si alguna vez piensan visitar este escondido rincón apartado del mundanal ruido, no duden en asaltar los fortines de las hoces conquenses, encontrarán un remanso de paz apenas vulnerada por esos omnipresentes guardianes alados carroñeros que se asoman solemnemente a los inasibles farallones.

Colorín, colorado, esta hoz se ha acabado.

Saludos.

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2 Comments:

Blogger Lula Towanda said...

Por las hoces del Guadazaon (que desemboca en el Gabriel que también tiene sus hoces) salí volando con el coche y no nos paso nada. Ya no las transtito, ahora voy por a mi pueblo por el sabinar.

1:38 p. m., febrero 28, 2006  
Blogger Galufante said...

Lula:

Me alegro de que salieseis indemnes de tal percance...con las hoces hay que tener cuidado...conozco varios casos de automóviles que han acabado sumergidos en el río...

Saludos.

7:16 a. m., marzo 01, 2006  

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