PRIBILOFF
Segunda mitad del siglo XIX, estrecho de Bering y Alaska, son los marcos temporal y espacial en los que se desarrolla la acción de uno de los grandes clásicos del cine de aventuras, protagonizado por Gregory Peck, El mundo en sus manos.Alaska pertenecía por entonces al imperio zarista ruso que explotaba el floreciente comercio de pieles de animales salvajes como la nutria, la foca, el oso polar o el zorro ártico.Lo cierto es que los zares ansiaban desprenderse de sus posesiones americanas, manteniéndose al oeste del estrecho de Bering, y procedieron finalmente a su venta a Estados Unidos en 1867.Es dentro de este bosquejo histórico donde se desenvuelve la trama de la película, insinuando los tejemanejes que se traían comerciantes y políticos de diverso pelaje para apoderarse de un territorio que atesoraba enormes riquezas, por entonces desconocidas, en forma de petróleo y yacimientos auríferos.Por aquella época era el comercio, tráfico legal, de pileles el que monopolizaba el interés que despertaba tan remota e inhóspita tierra.Y eran las elásticas pieles de pinnípedos marinos como las focas las más apreciadas entre los tratantes del gremio.Precisamente, había unas minúsculas islas de escarpados acantilados, al norte de las Aleutianas, donde se concentraban enormes poblaciones de lobos de mar al amparo de la ausencia de seres humanos.El hombre de Boston deseaba enriquecerse a costa del sacrificio incruento de varios miles de ejemplares sirénidos, habitantes de las Pribilof.Tantas había que las Pribilof pasaron a ser conocidas como las islas de las focas.
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