LESBOS

Egregia muestra de la herencia helena a la posteridad, la isla griega de Lesbos se erige frente a la costa egea turca, un enclave de raices culturales griegas en Anatolia datable en las primeras oleadas migratorias colonizadoras de los navegantes y exploradores griegos.Se puede afirmar sin sobresaltos que el mar Egeo rezuma civilización helénica por los cuatro puntos cardinales y es en la profusa constelación de islas e islotes que lo salpican donde se respira una atmósfera plenamente impregnada del más exquisito y clásico legado artístico griego.

Lesbos conserva un rico y variado muestrario de monumentos y obras de arte que atestiguan su incontrovertible esencia griega.La placidez del clima atemperado por la omnipresencia del Egeo ha atraído a numerosos turistas de la Europa Occidental, ansiosos por perderse en sus solitarias playas o por saborear una nutritiva mussaka en alguna acogedora terraza al borde del mar.
Aunque sea mundialmente conocida en gran medida gracias a la poetisa Safo, natural de esta isla.

Allá por el siglo VII a.C., Safo elevaba versos al amor, sus poemas desprenden un profundo lirismo en la exaltación de los amantes como una fuerza irracional que desencadena pasiones desenfrenadas, amor al desnudo, amor en estado puro y cristalino.De alguna de sus composiciones se infiere su devoción, cariño y, porque no decirlo, amor hacia sus amigas y discípulas, siendo de alguna manera abanderada del amor homosexual entre mujeres, algo que hoy en día conocemos como lesbianismo en honor precisamente a su patria natal.

Parece palmario que no hay como otra persona del mismo sexo para conocer las sensaciones y los mecanismos fisiológicos y afectivos que hay que engranar para encontrar el clímax sexual, aunque la tendencia social políticamente correcta sea el rechazo de cualquier tipo de relación que no cumpla con los cánones biológicos y reproductivos.Nos negamos a aceptar actos naturales que una preclara vate griega fue capaz de glosar mediante sonoras rimas.Safo, vuelve a la vida.

Igual parece a los eternos Dioses
quien logra verse frente a ti sentado.
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!

A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y rota
Calla la lengua.

Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.

Cúbrome toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte,
Muerta parezco.

Saludos.