PROPORCION AUREA

La búsqueda de la belleza, ese aditamento exterior que tanta admiración despierta en el ser humano, ha sido una constante a lo largo de la historia del género humano desde que un remoto homínido cayó en la cuenta de que podía emplear ciertos materiales como el hueso o algunas vistosas piedras para embellecer su cuerpo.

Esa suprema ansia se tradujo en impresionantes muestras artísticas desarrolladas por una civilización mediterránea con una devoción exquisita hacia los cánones de la hermosura y la esbeltez como lo fueron los antiguos griegos.Las valiosas figuras escultóricas que todavía perviven de aquella fructifera época atestigüan un conocimiento detallado del cuerpo humano y una maestría tan depurada en la delineación y la proporción de los modelos representados que no volvería a conocerse hasta pasados muchos siglos.

El mismísimo Leonardo Da Vinci esbozó su imaginativa visión sobre la búsqueda de esa divina proporción que persiguieron tantos y tantos, antes y despues de él mismo.Esa sección aúrea tan cacareada que permite una plasmación armoniosa escultórica o pictórica de la anatomía humana.Tanto las obras griegas clásicas, como la Venus de Milo o el Discóbolo de Mirón, como sus herederas renacentistas producto de espíritus tan efervescentes como Leonardo, Miguel Angel o Botticelli, pueden considerarse dignos ejemplos de tal dimensión.

La belleza como entelequia, como motor que mueve los engranajes de nuestras más íntimas emociones, pertenece al ámbito subjetivo de cada persona, por mucha proporción aúrea que se trate de aplicar al sujeto de estudio.Sin duda, la envoltura exterior es frágil, tremendamente maleable, fatalmente caducable, arteramente enmascarable, presuntuosamente altanera y no puede combatir con esa verdadera belleza que reside intangible más allá de los poros de la piel, inmarchitable, sólida, resistente al paso del tiempo y modesta con sus logros.

Si pudiera concretar un soñado deseo, ése sería aunar en el mismo ser humano ambas concepciones de la belleza.Mientras sigo esperando a la utopía, me conformo con no poder palpar la pura belleza.Y de paso, deseo amenizaros esa indefinida espera para vuestro deleite.

Saludos.


PD: Mi enfermiza curiosidad me impulsa a inquiriros acerca de cual es la instantánea de la que habeis obtenido un deleite superior.Y, o mucho me equivoco, me temo que seguiré esperando vuestras respuestas.