MONTSEGUR
Montségur, una coqueta población de la región Pyrénées-Ariége en el sur de Francia que se halla en la base de un colosal espolón rocoso a 1207 metros de altitud coronado por las ruinas de un antiguo castillo de ominosas reminiscencias, ha pasado a figurar por derecho propio dentro de esa inagotable colección de lugares que representan la máxima expresión de la ignominia humana, de la más execrable y ponzoñosa abyección de la raza animal que se autodenomina racional.
Revisitemos la historia del enclave digno de parecer nido de águilas.Las crónicas medievales reflejan la aparición allá por finales del siglo XII de una cierta comunidad religiosa, que la Iglesia Católica oficial no dudo en calificar de secta herética y que recibió el nombre de cátaros o albigenses, de base cristiana regida por una serie de preceptos que chocaban de plano con los intocables dogmas de fe católicos, como la negación de la creencia en la resurrección, un acentuado ascetismo marcado por un total desprendimiento del mundo material, la migración de las almas y un eterno dualismo en la lucha entre el bien y el mal, lo espiritual y lo material, algo que contradecía esencialmente la doctrina católica.
La hermandad cátara se difundió exitosamente por todo el sur de Francia, incluso ciertos personajes de alcurnia, cunas nobles, caballeros, prelados y obispos se sintieron atraídos por la aparente simplicidad de la nueva corriente religiosa.Llegados a este punto, las fuerzas vivas de la poderosa sede vaticana empiezan a mover sus peones en este intrincado juego de sabrosos intereses.Se decreta la correspondiente cruzada contra la herejía cátara, un pregón al que acuden jubilosos numerosos aventureros, soldados de fortuna, mercenarios ávidos de gloria y, por que no, de fácil botín.
Los indefensos cátaros asisten desesperados a la destrucción y confiscación de sus propiedades, al principio del fin de su existencia, acorralados por crueles hornadas de sanguinarios desalmados, los escasos miembros de la anteriormente amplia comunidad se refugian en el castillo de Montségur, protegidos por las huestes de Raymond de Pereille y Pierre Roger de Mirepoix, fieles a la congregación.
Tras 10 meses de asedio, la lógica militar se impone a la heroicidad y los guerreros de la cruz entran en el destrozado castillo.La rendición contempla la condena irremisible de los 207 correligionarios que se resisten a renunciar a sus legítimas creencias a la pena de la hoguera.La Inquisición y su largo brazo siguen ofreciendo víctimas propiciatorias a su despiadada voracidad purista, absurda e inhumana.
Allí, no lejos del mismo castillo, el nefasto día del 14 de marzo de 1244, se elevará la pira sacrificial en la que perecerán los posteros escollos de la herejía cátara.Felizmente, y rememorando a Jesús de Nazareth, tan sólo consigueron apropiarse de los cuerpos de los finados.Sean sus pensamientos y sus reflexiones la espina clavada para toda la eternidad sobre las conciencias que perpetaron tamaña aberración.Allí, en el prat dels quemats, permanecerá por los evos de los evos el símbolo supremo de la barbarie humana.Descansen en paz.Los cátaros, digo.
Saludos.
Revisitemos la historia del enclave digno de parecer nido de águilas.Las crónicas medievales reflejan la aparición allá por finales del siglo XII de una cierta comunidad religiosa, que la Iglesia Católica oficial no dudo en calificar de secta herética y que recibió el nombre de cátaros o albigenses, de base cristiana regida por una serie de preceptos que chocaban de plano con los intocables dogmas de fe católicos, como la negación de la creencia en la resurrección, un acentuado ascetismo marcado por un total desprendimiento del mundo material, la migración de las almas y un eterno dualismo en la lucha entre el bien y el mal, lo espiritual y lo material, algo que contradecía esencialmente la doctrina católica.
La hermandad cátara se difundió exitosamente por todo el sur de Francia, incluso ciertos personajes de alcurnia, cunas nobles, caballeros, prelados y obispos se sintieron atraídos por la aparente simplicidad de la nueva corriente religiosa.Llegados a este punto, las fuerzas vivas de la poderosa sede vaticana empiezan a mover sus peones en este intrincado juego de sabrosos intereses.Se decreta la correspondiente cruzada contra la herejía cátara, un pregón al que acuden jubilosos numerosos aventureros, soldados de fortuna, mercenarios ávidos de gloria y, por que no, de fácil botín.
Los indefensos cátaros asisten desesperados a la destrucción y confiscación de sus propiedades, al principio del fin de su existencia, acorralados por crueles hornadas de sanguinarios desalmados, los escasos miembros de la anteriormente amplia comunidad se refugian en el castillo de Montségur, protegidos por las huestes de Raymond de Pereille y Pierre Roger de Mirepoix, fieles a la congregación.
Tras 10 meses de asedio, la lógica militar se impone a la heroicidad y los guerreros de la cruz entran en el destrozado castillo.La rendición contempla la condena irremisible de los 207 correligionarios que se resisten a renunciar a sus legítimas creencias a la pena de la hoguera.La Inquisición y su largo brazo siguen ofreciendo víctimas propiciatorias a su despiadada voracidad purista, absurda e inhumana.
Allí, no lejos del mismo castillo, el nefasto día del 14 de marzo de 1244, se elevará la pira sacrificial en la que perecerán los posteros escollos de la herejía cátara.Felizmente, y rememorando a Jesús de Nazareth, tan sólo consigueron apropiarse de los cuerpos de los finados.Sean sus pensamientos y sus reflexiones la espina clavada para toda la eternidad sobre las conciencias que perpetaron tamaña aberración.Allí, en el prat dels quemats, permanecerá por los evos de los evos el símbolo supremo de la barbarie humana.Descansen en paz.Los cátaros, digo.
Saludos.
4 Comments:
Así se ha mantenido durante mas de 2000 años la Iglesia, actuando sin contemplaciones con la competencia.
Es que no hay nada como el monopolio para desarrollar el negocio.
Lula:
Ahí le has dado...en el fondo, la Iglesia no es ajena a la fiebre mercantilista que es la verdadera presencia divina que rige los destinos de los seres humanos.
Agur.
La libertad del ser humano nunca ha gustado a la Iglesia, y más cuando los cátaros se hicieron muy populares entre la burguesia adinerada. El dinero y las almas, para la Iglesia.
Así nos luce el pelo.
Ireneu:
Date cuenta que empezaron a prestar atención a la presunta herejía cuando detectaron un posible foco competencial...Hay que velar por el monopolio terrenal y espiritual...
Alessandro:
Taking Alice in wonderland's worm disguise i'd say...Who are you?
Agur.
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