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sábado, enero 06, 2007

MERCANTILISMO

Reinaba Luis XIV, el Rey Sol, sobre sus dominios de Francia continental y posesiones de ultramar de forma altanera, con un añadido de soberbia impostado por su supuesta grandeza, por lo que frecuentemente se involucraba en devaneos militares destinados a engrandecer el imperio francés dentro de una Europa que asistía al ocaso de la supremacía hispana en el continente.Si a estas conflagraciones bélicas unimos el excesivo gusto del monarca por la magnificencia, la megalomanía constructiva, Versalles es producto de su caprichosa mente, el dispendio monetal que suponían sus habituales festines celebrados en lujosos palacios en compañía de lo más selecto de la alta sociedad francesa, resulta lógico deducir que la bancarrota era el estado natural de las finanzas al otro lado de los Pirineos.

Para remediar de alguna manera la sangría monetaria provocada por la voracidad congénita del monarca sideral, fue nombrado plenipotenciario ministro de Finanzas Jean-Baptiste Colbert, un experimentado cortesano que supo ganarse la confianza del Cardenal Mazarino, primero y del mismísimo delfín, que despues se convertiría en rey, Luis XIV.Desde su elevada institución de dedicó a promover medidas tendentes a fomentar las actividades comerciales, creando nuevas industrias y fijando cánones de calidad que debían cumplir los productos fabricados.Pensó que Francia podía evadir la bancarrota desde una fuerte posición comercial, potenciando la cantidad y la calidad de los productos manufacturados en Francia y sometiendo a las mercancías foráneas a lacerantes tasas arancelarias que disuadieran a los comerciantes allende sus fronteras de comerciar en suelo francés.A esa doctrina económica, vender mucho, comprar poco, se la conoce como mercantilismo y se considera una precursora del proteccionismo comercial, tan habitual en la actualidad.

Con lo que Colbert no contaba era con que otros Estados decidieran, en un momento dado, prescindir de las transacciones comerciales con su país o que, a su vez, asumieran posiciones similares a las francesas en materia proteccionista, de modo que el experimento financiero resultó fallido, aunque dejó su poso para la posteridad.En cierto modo, no andaba desencaminado el visionario francés, pues una saneada balanza de pagos está directamente relacionada con un balance decantado del lado de las exportaciones.Y esa máxima tan colbertiana de vender mucho y comprar poco sigue plenamente vigente.

Año tras año escuchamos noticias que informan acerca de los provechosos resultados económicos de empresas públicas y privadas.Como todo sistema capitalista, el beneficio prima sobre cualquier otra consideración, aunque la tendencia actual esté orientada hacia la consecución de una plusvalía superior a la conseguida el año anterior.Digamos que, en un ejercicio recursivo, el objetivo a perseguir es el beneficio del beneficio.

El advenimiento del euro ha acelerado esa peligrosa tendencia que amenaza con arrastrar al mercado laboral en su irrefrenable avance.Políticas de abaratamiento de la mano de obra, incluso la especializada, junto con un desaforado incremento de los precios han contribuido a dinamitar la clase media, que es la que sostiene un país desarrollado.Podemos afirmar sin desviarnos un ápice de la realidad que la distancia que separa la base de la pirámide de su cúspide es mayor que hace tan sólo una década.Las compañías y firmas empresariales siguen empeñadas en su persecución a ultranza del beneficio fácil y rápido mientras sus asalariados asisten año tras año a una pérdida regresiva de su poder adquisitivo.Y pese a esas engañosas cifras que nos ofrecen desde las plataformas informativas estatales, la situación es tremendamente engañosa.Lo cierto es que los ricos son cada vez más ricos y la clase media es cada vez más baja.A pesar de tan nefastos augurios el consumismo sigue en alza, se siguen creando puestos de trabajo, aumentan el número de cotizantes en la Seguridad Social, mejoran las infraestructuras viarias, se incrementa la calidad y la cantidad de las prestaciones sociales y educativas, dando la razón a los pregoneros gubernamentales del bienestar.Desde luego, yo no me creo lo de la bonanza y espero no tener que asistir a corto plazo a la compra del puesto de trabajo por su trabajador.En este sentido, el sector bancario ha establecido un peligroso precedente.¿Volverán aquellos tiempos de baldosas y color sepia?.

Saludos.

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