SODOMA

Pese a las encendidas controversias que pueda suscitar su contenido, la Biblia, escritura sagrada para las religiones judía y cristiana, es indudablemente uno de los más valiosos testamentos escritos legados por el devenir de los tiempos.Hasta bien entrado el siglo XIX, se consideraban verdades absolutas todas las aseveraciones, episodios y acontecimientos narrados en el libro de libros, que con el advenimiento del racionalismo, el progreso científico y la libertad de pensamiento pasaron a interpretarse de una manera menos fidedigna y más alegórico-poética.

Con esta tenue e inadvertida pérdida de legitimidad documental, la base dogmática sobre la que se sustentaban dos de las tres principales religiones monoteístas mundiales empezó a tambalearse ante las acometidas del método científico y la moderna arqueología.Ante tal eventual agresión, cualquier hallazgo arqueológico que sea factible de dar soporte a algún pasaje bíblico es automáticamente difundido por la oligarquía pontificia en un intento de autentificar la veracidad de lo expuesto por la Biblia.Hoy en día, la arqueología bíblica es una disciplina que despierta un enorme interés entre creyentes y no creyentes, cada uno por sus respectivos motivos.

De las primeras lecturas bíblicas, datables en la lejana infancia, recuerdo con especial énfasis el trágico episodio de la destrucción divina de las ciudades idólatras de Sodoma y Gomorra.Parece ser que Yahveh, terriblemente enfadado por las supuestas prácticas desacordes con la ley divina de los pobladores de ambas urbes, emplazó a Lot, sobrino crucigramesco del patriarca Abraham, a que abandonara con prontitud la ciudad de Sodoma con sus familiares y los pocos justos que en la ciudad eran, advirtiéndole que en ningún momento deberían volver la vista hacia atrás.De todos es sabido que el colérico Yahveh enterró ambas ciudades bajo una lluvia de azufre y fuego que las hizo desaparecer de la faz de la Tierra.Asimismo también sabemos que la esposa de Lot, incapaz de sustraerse a su innata curiosidad, vulneró el mandato divino y quedó convertida en estatua de sal.

La búsqueda de las ciudades arrasadas por la cólera divina es uno de los puntos álgidos dentro de la arqueología bíblica.A pesar de que no existen referencias escritas, ni restos pétreos que se puedan asociar indefectiblemente con sus nombres, se hipotetiza acerca de una posible causa natural para explicar la funesta desaparición de ambas ciudades.Aunque no parece haber acuerdo acerca de su localización exacta, sí que parece claro que estaban situadas en las cercanías del Mar Muerto, dentro de una zona inestable sísmica y geológicamente como lo es el valle del río Jordán y la depresión del Mar Muerto.Expuestas a un terremoto, éste podría haber liberado masas ingentes de gas natural y sulfuros, subproductos presentes en los depósitos petrolíferos del subsuelo que no son extraños en la zona descrita, que, inflamadas por cualquier pequeña hoguera casera, podrían haber devastado las ciudades de manera definitiva.

Un erudito lingüista británico, Archibald Sayce, tradujo desde una tablilla de arcilla encontrada en Mesopotamia un antiguo poema acadio en el que un testigo que pudo escapar de la terrible masacre describe la destrucción de unas ciudades bajo una lluvia de fuego, sin precisar el nombre de las mismas.Se me plantea la duda de si el ínclito Lot conoció el idioma acadio, incluso si llegó a alcanzar las fértiles orillas del Tigris y el Eufrates en su huida del escenario de la ira divina.Aunque, tal vez, lo más verosímil sea que ni Lot hablase acadio en su dilatada existencia ni tampoco Yahveh se tomó la justicia por su mano, algo a lo que, según la Biblia, era bastante aficionado.Eso no es óbice para que el misterio que envuelve este extraño episodio siga encendiendo la imaginación de miles de seres humanos.Sodoma y Gomorra.

Saludos.