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lunes, mayo 08, 2006

TREN

No por manido y desgastado por el recurrente empleo del tópico que ilustra que viajar es un placer, deja de ser menos cierta esa simplista expresión que sintetiza el valor que aporta al ser humano una vertiente asociada íntimamente a eso que en la sociedad moderna se conoce con el apelativo de ocio.

El viaje supone una ruptura temporal de la cotidianeidad habitual, un cambio de decorado drástico orientado a la realización de esas actividades placenteras que quedan ocultas por el quehacer diario.La variedad de actividades es enorme y en muchos casos, dependiente del sujeto y sus inclinaciones favoritas.Desde aquellos que disfrutan sin dilaciones del dolce far niente hasta esos frenéticos y vitalistas aventureros que se adentran por oquedades, barrancos y pozas acuáticas o no dudan en lanzarse al vacío desde las más ventosas y vertiginosas alturas.

Normalmente, viaje equivale a desplazamiento, a movimiento, a cambio de escenario real.Y dentro de los medios de transporte que posibilitan el acceso a esos prometedores decorados, se puede optar desde el sufrido utilitario de cuatro ruedas hasta el confortable y seguro aeroplano, incluso, para destinos insulares, el bamboleante y mareante crucero o transbordador.Aunque, si pretendemos medir el encanto y el glamour asociado a un medio de transporte, supongo que habrá una aplastante mayoría que concederá al ferrocarril un meritorio lugar dentro de esa escala de bienestar transitorio.

La particular configuración del ferrocarril permite al viajero poder gozar de un conjunto de agradables sensaciones que se suman para plasmar de manera fidedigna ese usual tópico del principio del post.Amplios ventanales se abren a la contemplación pausada de los sugerentes paisajes por los que suelen discurrir las vías férreas.Mullidos y anatómicos asientos brindan un relajante masaje al cuerpo de su ocupante que se esfuerza en concentrar su atención en el profundo abismo que atraviesa el tren, mecido por el dulce y rítmico traqueteo de los vagones sobre la cinta metálica.Un recorrido en tren supone un caleidoscopio de seres y paisajes, bellas estampas que pasan fugaces ante los ojos asombrados del viajero en su privilegiada butaca.

A pesar de su merecida fama, el ferrocarril no deja de constituir una deliciosa reliquia de un pasado romántico y decimonónico.La realidad indica que a muchos nos encanta viajar en tren, pero a la hora de la verdad, nunca usamos ese medio de transporte en detrimento de otros medios de locomoción más veloces.Porque en esta sociedad nuestra el tiempo prima sobre el placer.Tal vez, nuestros viajes actuales están desvirtuando de alguna manera el auténtico significado del vocablo.Tal vez, deberíamos conceder al ferrocarril una oportunidad.Y al albur, a nosotros mismos.

Feliz viaje...¿en tren?.
Agur.

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2 Comments:

Blogger Lula Towanda said...

Es mi medio de transporte favorito. Te permite leer, estirar las piernas, ir a la cafetería, admirar el paisaje, dormirte con el traqueteo.. No hay nada igual. Lástima que no haya raíles en el mar.

2:34 p. m., mayo 08, 2006  
Blogger Galufante said...

Lula:

Coincidimos en ese sibaritismo preferencial hacia el ferrocarril...Si lo usas tanto como yo, me parece que RENFE tiene menos futuro que alguien que yo me sé dentro de cierta organización empresarial...
Agur.

3:05 p. m., mayo 08, 2006  

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