LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE...
...Ernesto, tal vez?.Cuando se presenta la feliz ocasión que supone para unos esperanzados padres el nacimiento de un nuevo retoño, la elección final del nombre del neonato suele desembocar en enconadas disputas familiares que representan diversas concepciones patriarcales no siempre conciliables.Lo que sí queda claro es que la denominación definitiva nunca contentará a todos los intervinientes en la pugna.
Existen mil y una motivaciones para asignar el nombre a un bebé, desde consideraciones meramente genealógicas a influencias de carácter foráneo o audiovisual, incluso la búsqueda de la exclusividad en el porte del patronímico.Aunque seguramente habrá unanimidad respecto a la resolución final previa al momento del alumbramiento.Porque el nombre de una persona no es cuestión trivial ni frívola, aunque algunos padres así parezcan entenderlo.
Se da el caso de que determinados nombres, mencionados en un entorno rural, suenan estrambóticos en boca de ciertos paisanos poco habituados a la vocalización de nombres propios que no tengan cabida en el manoseado Santoral.Y resulta en extremo risible escucharlos balbucear forzadamente más de uno de estos redichos nombres, casi siempre con escaso éxito.
Aunque creo que esos dementes retruécanos tienen los días contados.Conozco a uno de estos rubicundos infantes cuya individualidad empieza a asomar por los poros de su piel que, apostaría por ello, en la próxima ocasión que se presente, no dudará en corregir adecuadamente al vocinglero de su sagrado nominativo.Que se prepare mi paisano.
Saludos.
Existen mil y una motivaciones para asignar el nombre a un bebé, desde consideraciones meramente genealógicas a influencias de carácter foráneo o audiovisual, incluso la búsqueda de la exclusividad en el porte del patronímico.Aunque seguramente habrá unanimidad respecto a la resolución final previa al momento del alumbramiento.Porque el nombre de una persona no es cuestión trivial ni frívola, aunque algunos padres así parezcan entenderlo.
Se da el caso de que determinados nombres, mencionados en un entorno rural, suenan estrambóticos en boca de ciertos paisanos poco habituados a la vocalización de nombres propios que no tengan cabida en el manoseado Santoral.Y resulta en extremo risible escucharlos balbucear forzadamente más de uno de estos redichos nombres, casi siempre con escaso éxito.
Aunque creo que esos dementes retruécanos tienen los días contados.Conozco a uno de estos rubicundos infantes cuya individualidad empieza a asomar por los poros de su piel que, apostaría por ello, en la próxima ocasión que se presente, no dudará en corregir adecuadamente al vocinglero de su sagrado nominativo.Que se prepare mi paisano.
Saludos.
Etiquetas: Ámbito social
5 Comments:
VERÍDICO, escuchado en la plaza de mi pueblo: Mi abuelo se llamaba Higinio, mi padre Higinio, yo me llamo Higinio y al primer chico que tenga, HIGINIO QUE LE CASCO!! (golpeando un puño contra la palma de la mano).
En todo caso, prefiero un Higinio que un Joshúáááá. Sin duda.
Ana:
Será con tada certeza un Higinio emérito...
Chica, sobre gustos, Higinios...digo colores...
Agur.
De todas formas, a todo se acostumbra uno. Mi padre se llama Jacinto, y de pequeño algún compañero del colegio se reía al enterarse. Yo nunca entendí por qué; para mí era el nombre más común del mundo.
Podría haberme llamado Piedad por ser la patrona de Santa Olaya (pueblo de mi padre) menos mal que el nombre se lo llevó mi hermana mayor y a mi me quedó el de la patrona de Cuenca (por parte de madre), que va más con mi forma se ser.
Deseando estoy conocer tu nombre y si concuerda con la idea que tengo de galufante.
Carlos:
Supongo que se reía porque el suyo se llamaba Robustiano...
Lula:
Doña María de la Luz, usted siempre aporta su esclarecida contribución...el nombre le viene que ni pintado...
Sólo te puedo decir ahora que mi nombre de pila no es galufante...tal vez podrías compartir tus presentimientos acerca del susodicho...
Agur.
Publicar un comentario
<< Home