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viernes, marzo 03, 2006

EMPALAR

Desde los albores de la existencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra los seres humanos han aprendido a dirimir sus diferencias por la vía del enfrentamiento físico.Los primitivos litigios por la posesión de una presa o de un fértil vergel a orillas de un río han evolucionado hasta las tensiones ocasionadas por inoportunas viñetas publicadas por diarios europeos o por renovadas ansias imperialistas orientadas al control de la producción de la fuente de energía que marca el futuro de las economías mundiales.Lo cierto es que la ambición, la atractiva ilusión que ejerce el poder sobre los demás, el anhelo posesivo sobre aquello que no poseemos, deben contarse entre las motivaciones que mueven al hombre a contender con sus semejantes.

Se puede rastrear la historia de la humanidad en busca de unos enfrentamientos bélicos que no tardan demasiado en aparecer.Y es que la guerra es tan vieja como el propio ser humano.Los colectivos humanos, bajo banderas de tribu, clan, gentilidad, pueblo, nación o imperio, han hallado en el fragor de la batalla la medida de su desmedida ambición.El bando vencedor, cuando lo había, sometía al derrotado mediante variadas técnicas, algunas de las cuales se orientaban hacia el escarmiento, la mofa, la ejemplificación del castigo por oponerse al vencedor.

Una razonable destrucción de las ciudades enemigas hasta los cimientos y un más que merecida aniquilación física del grupo humano vencido sin distinción de sexos y edades será una constante de la ignominia belicista humana desde Alejandro Magno hasta las execrables matanzas en Ruanda.La poderosa mente humana, puesta al servicio de la perfidia y la crueldad, es capaz de parir refinadas monstruosidades que hacen sonrojar a la propia conciencia humana.

Uno de tales refinamientos recibe el nombre de empalamiento.Consiste en introducir una afilada estaca alargada por el recto de la incauta víctima hasta alcanzar la parte central del abdomen y de esta guisa, clavar el subconjunto hombre-estaca en tierra, a la espera de que la inexorable ley de la gravedad ponga algo de su parte y acabe la obra empezada, normalmente cuando la letal punta atraviesa el cráneo.La moraleja que cabe colegir de tal aberración es que la oposición se paga cara y que el sufrimiento del empalado queda fuera de la comprensión humana.

Hubo un sanguinario príncipe rumano en el siglo XV para el cual el empalamiento era su tortura favorita.La siniestra figura de Vlad Tepes se difundió con celeridad por la Europa del momento, dando lugar a todo tipo de leyendas y habladurías.Siglos despues, el novelista irlandés Bram Stoker recogió el testigo para moldear uno de los personajes universales de la literatura mundial como es el conde Drácula, que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo como símbolo culminante de la maldad, del misterio, de la oscuridad, de las sombras.

Aunque a muchos nos pueda parecer una repugnante pesadilla, los empalados fueron personas de carne y hueso como nosotros que agonizaron horriblemente atravesados por una tranca que era a la vez su prisión y su verdugo.Acertadamente se afirma que el sueño de la razón humana genera monstruos.Y todos tenemos algo de monstruo dentro de nuestra naturaleza.

Saludos.

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3 Comments:

Blogger marga said...

Mira que eran crueles a la hora de inventar torturas...

11:36 a. m., marzo 04, 2006  
Blogger Lula Towanda said...

Parece mentira, pero no lo es

9:02 p. m., marzo 04, 2006  
Blogger Galufante said...

Perlim:

Lo seguimos siendo...cada vez son más sutiles y menos efectistas...

Lula:

No lo es, pero el qué?

Agur.

1:43 p. m., marzo 06, 2006  

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