NEMOROSOS VENEROS
Algo que nos parece tan simple, tan común, tan ordinario como ese líquido elemento inodoro, incoloro e insípido que bebemos a discreción y empleamos cotidianamente, es uno de los pilares básicos sobre los que se desarrolla la vida en nuestro planeta.El agua alimenta los ciclos vegetativos de los seres vivos y su carestía implícitamente viene acompañada por la escasez, cuando no ausencia, de formas vivientes.
Dada la enorme influencia que ejerce sobre la vida, desde que los primeros humanoides adquirieron la suficiente capacidad craneana para desarrollar el pensamiento, el agua ha sido objeto de culto, de veneración, alcanzando caracteres sagrados que todavía se mantienen, bajo diferentes advocaciones y asociaciones inconscientes, en buena parte de nuestra geografía.
Se ha rendido culto a los mares, a los ríos, a los lagos, pero si existe una forma de expresión acuática que recoge la más completa imaginería humana, esa es sin duda el manantial, la fuente, el venero.Porque el manatial simboliza el nacimiento, la puerta que se abre a la vida, adquiriendo tintes relacionados con la fertilidad, el agua confiere dicha bendita capacidad allá donde brota de la madre Tierra.
Los romanos llegaron a monumentalizar ciertos lugares de culto acuático, imprimiendo esa doble faceta tan romana de práctica y trascendente a la vez, en la forma de sencillos ninfeos, predecesores de las fuentes populares.Las ninfas o náyades griegas eran las guardianas de las fuentes y su existencia se cernía exclusivamente a su preciada parcela acuática.El imaginario celta nos regala sus hadas, seres mágicos que velan por la salud de unos veneros cuyas aguas poseen propiedades curativas.Parece que la adoración del agua en sus más diversas manifestaciones ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad.
Recuerdo gozosamente como un familiar cercano nos amenizaba las veladas nocturnas de asfixiantes estíos pasados a través de su minuciosa y detallada enumeración de todas y cada una de las fuentes que en el término municipal de mi pueblo había.Desgraciadamente, los años no pasan en balde y si ahora volviera a realizar ese recuento, constataría una dramática reducción de los manantiales.Aunque creo que empezaré a preocuparme seriamente cuando el Chorrillo deje de manar.Espero no tener que presenciar ese momento.
Saludos.
Dada la enorme influencia que ejerce sobre la vida, desde que los primeros humanoides adquirieron la suficiente capacidad craneana para desarrollar el pensamiento, el agua ha sido objeto de culto, de veneración, alcanzando caracteres sagrados que todavía se mantienen, bajo diferentes advocaciones y asociaciones inconscientes, en buena parte de nuestra geografía.
Se ha rendido culto a los mares, a los ríos, a los lagos, pero si existe una forma de expresión acuática que recoge la más completa imaginería humana, esa es sin duda el manantial, la fuente, el venero.Porque el manatial simboliza el nacimiento, la puerta que se abre a la vida, adquiriendo tintes relacionados con la fertilidad, el agua confiere dicha bendita capacidad allá donde brota de la madre Tierra.
Los romanos llegaron a monumentalizar ciertos lugares de culto acuático, imprimiendo esa doble faceta tan romana de práctica y trascendente a la vez, en la forma de sencillos ninfeos, predecesores de las fuentes populares.Las ninfas o náyades griegas eran las guardianas de las fuentes y su existencia se cernía exclusivamente a su preciada parcela acuática.El imaginario celta nos regala sus hadas, seres mágicos que velan por la salud de unos veneros cuyas aguas poseen propiedades curativas.Parece que la adoración del agua en sus más diversas manifestaciones ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad.
Recuerdo gozosamente como un familiar cercano nos amenizaba las veladas nocturnas de asfixiantes estíos pasados a través de su minuciosa y detallada enumeración de todas y cada una de las fuentes que en el término municipal de mi pueblo había.Desgraciadamente, los años no pasan en balde y si ahora volviera a realizar ese recuento, constataría una dramática reducción de los manantiales.Aunque creo que empezaré a preocuparme seriamente cuando el Chorrillo deje de manar.Espero no tener que presenciar ese momento.
Saludos.
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