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sábado, febrero 10, 2007

VIOLENCIA DE GENERO

Los últimos gobiernos que han regido los designios de este país se han esforzado por tipificar de alguna manera un delito que en épocas pretéritas ni siquiera se consideraba como tal como lo es la violencia mal llamada de género, dado que la mayor parte, por no decir la totalidad, de los agresores y presuntos autores de hechos delictivos pertenecen al sexo masculino.Antaño los malos tratos, vejaciones, humillaciones, agresiones físicas, coerciones psíquicas formaban parte de la carga vital que una mujer debía asumir y soportar una vez atada a un matrimonio que no respondía a las expectativas previas.Se trataba en suma de una conducta moralmente reprobable, aunque socialmente aceptada, cuando no sencillamente ignorada.

A pesar de las estrategias conjuntas en materia de protección, justicia y servicios sociales que se han adoptado en los últimos años, desgraciadamente, un día sí y otro también los titulares de los periódicos nacionales ofrecen luctuosos sucesos que tienen como protagonista a esposas asesinadas por sus cónyuges.Claramente, nuestra sociedad se encuentra anquilosada en un machismo irredento, heredero de una honda tradición postergadora que reduce el papel de la mujer a un tercer plano.Un machismo inculcado concienzudamente desde que somos niños y que encuentra terreno abonado en la general anuencia social respecto a la violencia dentro de la unión marital.Parece que una vez establecidos los lazos afectivos, el hombre asume el rol de posesor mientras que la fémina debe conformarse con mantener una existencia sojuzgada bajo la égida conyugal a base de mansedumbre, postración y obediencia ciega al varón.

Aunque es obvio que es el elemento masculino el principal responsable de la perpetuación del machismo imperante, no es menos cierto que el sexo débil también aporta su granito de arena para que no decaiga ese eterno impulso machista.Quizás imbuidas por una educación ínfima, cuando no inexistente, tendenciosa y una deficiente nómina de expectativas vitales, lo cierto es que nuestras madres, inconscientemente, han continuado con la infatigable labor de crear nuevos y peligrosos machitos, orgullosos de su virilidad y conscientes de su supremacía.

Me apena observar como jovenzuelas púberes, apenas salidas de la adolescencia, siguen pautas de conducta que no se diferencian en mucho a las de sus madres.No comprendo como una mujer adulta actual pueda asumir como leitmotiv la consecución de una unión afectiva, supeditando el resto de consideraciones a la categoría de secundarias.Quizás ahí radique la razón de la preponderancia del machismo, desde el momento en que una mujer se complace en renunciar a otros objetivos en la vida en detrimento de la prosternación ante su adorado esposo.Es por eso que para mí, la palabra maruja se rodea de un aura despectiva, porque creo que es un modelo indeseable que reproduce fielmente la imagen del machismo más rancio, más retrógrado, más anclado en la secular tradición de la mujer en casa con la pata quebrada.

Seguid criando mocosos consentidos y princesitas desvalidas y despues, podeis seguir quejandoos.Tomo nota por la parte que me toca.Aunque nunca puedo responder por la otra parte.Así es la vida, alegre y divertida.Y muy machista, todo sea dicho.

Saludos.

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