MASCA

Popularmente conocidas como Islas Afortunadas, Canarias goza de un bonancible clima que atrae cada año a millones de visitantes, cautivados por las apacibles temperaturas subtropicales moderadas por el poderoso océano Atlántico.Sería engañoso afirmar que no es este motivo el principal polo de atracción para una gran parte de los que eligen este destino para su descanso vacacional.Aunque es justo reconocer la tremenda riqueza paisajística junto con una corta pero interesante relación de puntos de interés histórico, artístico, zoológico y botánico que atesoran las 7 islas que componen el archipiélago.

Tenerife, la isla más extensa, posee uno de los iconos representativos de Canarias, el extinto volcán del Teide, la cima más elevada de España con sus 3715 metros de altura, que conforma decisivamente el relieve de la accidentada isla.Toda la isla es básicamente un hercúleo cono volcánico que se precipita desde los cráteres del Teide hasta las rocosas y anfractuosas costas tinerfeñas.

Los tremendos desniveles ofrecen espléndidos panoramas que se derraman desde las faldas del omnipresente Teide a través de vertiginosos taludes y mareantes acantilados hasta alcanzar el nivel del mar.Milenios de pasadas erupciones han erigido un desolador paisaje que aporta una dosis extra de dramatismo al demacrado panorama de barrancos, ramblas, gargantas, simas y grotescas formaciones producto de la actividad volcánica.

Bordeando la intrincada linea costera del noroeste de la isla se encuentran los temibles acantilados de los Gigantes, enormes murallas basálticas que se alzan hasta más de 400 metros de altura para brindar una sobrecogedora e inolvidale visión.No muy lejos, hacia el interior, se localiza el pueblo de Masca, un minúsculo reducto al pie de los Gigantes alejado del mundanal ruido en el que se respira una atmósfera que raya lo naif, algo a lo que se presta especialmente la coqueta población.No resulta fácil el acceso a Masca viniendo desde Santiago del Teide, es preciso aguantar la respiración descendiendo por la tortuosa y estrecha carretera de montaña que se precipita vertiginosamente hacia el fondo del barranco en el que se halla el pueblecito.Aunque la celestial visión que puede gozarse al alcanzar, no sin grandes sofocos, la meta de la localidad, depara una exorbitada recompensa al intrépido conductor que ha osado hollar la senda de los Gigantes.

Plácidamente acomodados en cómodas sillas al amor de un reconfortante café, disfrutando de una leve brisilla que sopla desde el cercano océano, contemplando un insuperable panorama de quebrados picos con el mar como fondo ideal, los viajeros se relajan ante el temible e ineludible retorno a la civilización.Mientras tanto, paladeen su café y respiren profundamente los efluvios aromáticos que transporta la melosa brisa marina.Siempre nos quedará Masca.

Saludos.