CAMARADAS

En cierta medida, cada uno de nosotros somos, llegados a la edad adulta, un producto que amalgama una síntesis de la educación recibida de nuestros mayores y una formación académica fraguada a lo largo de esa indolente etapa de la vida que abarca infancia, adolescencia y la primera juventud.Y apostaría a que, en un elevadísimo porcentaje, nuestro desempeño laboral se halla indisociablemente relacionado con la enseñanza docente recibida.Queramos o no, la etapa formativa se erige en un pilar básico sobre el que se sustenta nuestra existencia.Y para muchos, esa etapa no se puede recordar sino con agrado, con nostalgia, con una cálida mirada desde la distancia que concede el tiempo pasado.

Tantos años aplicados al aprendizaje de materias, a la superación de curso tras curso, permiten conocer un amplio abanico de compañeros/as cuyas facciones se desdibujan en la memoria ante el inmisericorde paso del tiempo.Llegado el temido epílogo de la enseñanza, ese enjambre de trayectorias convergentes comienza a disgregarse para emprender cada una su propio camino.A veces, incluso, eludimos conscientemente que se pueda producir una convergencia gratuita, como abominando de nuestro pasado reciente.

Es por eso que iniciativas encaminadas hacia la confraternización, reencuentro, revival de antiguos alumnos me merecen una digna consideración.Porque si la huella que imprimió nuestro paso por esa etapa formativa sigue imborrable, a prueba de la hojarasca que intenta ocultarla, de la lluvia torrencial que pretende diluirla, de la memoria que se resiste a olvidar dicharacheros ratos amenizados por entrañables compañeros, aunque sólo sea por un instante, creo que merece la pena apartar recelos y buscar aquella lejana convergencia a mitad del camino.En el fondo esperamos volver a reencontrar a nuestros camaradas tal y como fueron tiempo ha, quizás escasos de cabello y con un pelín de sobrepeso, pero ellos mismos.

Saludos.