DOCE CAÑONES
Como el número de meses del año, como el número de apóstoles cristianos, como el número de títulos de campéon del mundo de motociclismo, menos uno, de Angel Nieto...Ni más ni menos que 12 fueron los cañones que el sultán otomano Mehmet II encargó fabricar a un famoso artillero húngaro, Orbán, con el firme propósito de derribar las infranqueables murallas de Constantinopla.
Cuentan los cronistas de la época que tales engendros de la ingeniería militar pesaban alrededor de las 9 toneladas y medían hasta 8 metros de longitud y su mortífero alcance producía efectos devastadores sobre cualquier fortificación que se le opusiese.Podía lanzar proyectiles de hasta 850 kilos a una distancia de 1600 metros causando un estruendoso bramido capaz de escucharse a 15 km de distancia.Para su transporte desde la fundición de Adrianópolis hasta las murallas de Bizancio hubo que proceder a allanar y desbrozar adecuadamente el terreno en una larga y penosa travesía.
Una vez emplazados frente a los muros de Constantinopla, empezaron a vomitar su horrenda carga día tras día hasta la caída de la ciudad, abriendo enormes boquetes y sembrando el horror y la inquietud entre los sitiados que, pese a las desfavorables circunstancias, se multiplicaban animosamente en el relleno de los tremendos agujeros causados por los atronadores cañones.
Curiosamente, no fue determinante el empleo de tales monstruosos ingenios bélicos en la rendición final del imperio bizantino ante el feroz invasor otomano.Aunque el final estaba escrito hacía mucho tiempo, hubo que recurrir al combate cuerpo a cuerpo para decidir el trágico destino del último reducto del antiguo Imperio Romano.Suponemos que Orbán el mercenario recibió del sultán una copiosa y merecida recompensa por sus leales servicios.
Saludos.
Cuentan los cronistas de la época que tales engendros de la ingeniería militar pesaban alrededor de las 9 toneladas y medían hasta 8 metros de longitud y su mortífero alcance producía efectos devastadores sobre cualquier fortificación que se le opusiese.Podía lanzar proyectiles de hasta 850 kilos a una distancia de 1600 metros causando un estruendoso bramido capaz de escucharse a 15 km de distancia.Para su transporte desde la fundición de Adrianópolis hasta las murallas de Bizancio hubo que proceder a allanar y desbrozar adecuadamente el terreno en una larga y penosa travesía.
Una vez emplazados frente a los muros de Constantinopla, empezaron a vomitar su horrenda carga día tras día hasta la caída de la ciudad, abriendo enormes boquetes y sembrando el horror y la inquietud entre los sitiados que, pese a las desfavorables circunstancias, se multiplicaban animosamente en el relleno de los tremendos agujeros causados por los atronadores cañones.
Curiosamente, no fue determinante el empleo de tales monstruosos ingenios bélicos en la rendición final del imperio bizantino ante el feroz invasor otomano.Aunque el final estaba escrito hacía mucho tiempo, hubo que recurrir al combate cuerpo a cuerpo para decidir el trágico destino del último reducto del antiguo Imperio Romano.Suponemos que Orbán el mercenario recibió del sultán una copiosa y merecida recompensa por sus leales servicios.
Saludos.
Etiquetas: Avatares
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