ORÉGANO, LA SALSA DEL ADOBO

Rememorando ese sentencioso ripio popular que afirma que no todo el monte es orégano, es reseñable la aparente importancia que se le concede a esta herbácea anual de la familia de las labiadas, pariente natural de romero, tomillo, espliego, ajedrea, salvia, hierbabuena, melisa, portadora como todas ellas de un aroma fragante y delicioso que abunda en parajes montaraces al abrigo de pinos y quejigos.

En las estribaciones serranas del norte de la provincia de Cuenca se suele recolectar el apreciado orégano de manera cotidiana.Es raro el hogar que adolece de su correspondiente manojo del oloroso aditivo puesto a secar en habitaciones oreadas, incluso en pajares.No en vano el orégano es un condimento gastronómico que constituye la esencia de un decente adobo para la carne.

El adobo se compone de aceite de oliva, pimentón, sal y el valioso orégano, del que se añaden sus demenuzadas inflorescencias ya secas.Se mezclan todos los ingredientes y se vierte la mezcla sobre la carne que posteriormente se va a cocinar, bien frita en sartén, a la plancha o al horno.La carne debe permanecer todo un día, incluso algunas afamadas cocineras de postín aconsejan dos o tres días, antes de pasar por los fogones.

Si la preparación de la delicia culinaria y su degustación se estiman gratificantes, siempre podremos volver a las pinedas a recolectar los nuevos brotes del preciado orégano, mecidos por una suave brisa portadora de los incitantes efluvios de esa distinguida plantita.La salsa del adobo, ni más ni menos.

Saludos.