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sábado, diciembre 02, 2006

CAMEO

Dentro del glamouroso mundo del olimpo cinematográfico, la cotización de las estrellas de la gran pantalla se halla en gran medida relacionada con la aparición de su nombre en los títulos de crédito y será más elevada cuanto más pronto aparezca su nombre desde que el celuloide comienza a enumerar los componentes del reparto de la película.De ahí que sea loable la prestancia de conocidos actores y directores de cine a la hora de figurar, a través de fugaces papeles, en alguna pequeña escena, sin constar en la nómina de títulos ni recibir retribución monetaria por su breve actuación.

Han protagonizado cameos históricos desde el genial Alfred Hitchcock, que no dudaba en pasear su oronda anatomía por cada uno de sus films, hasta Stanley Kubrick que interpretaba a un anónimo lector de prensa en su polémica cinta La Naranja Mecánica.Ese vodevil del mundo de la moda como es El diablo viste de Prada ha reunido un conjunto de cameos de personajes de la pasarela internacional como Giselle Bundchen o Valentino.Dentro del panorama cinematográfico hispano recuerdo los frecuentes cameos del director Fernando Colomo y de un incipiente Almodóvar, cada uno en sus propias cintas.Más recientemente, la saga de Torrente ha permitido a Santiago Segura brindar breves momentos de gloria a toda esa cohorte de amiguetes que se ofrecen gustosos para rellenar escenas que más bien parecen sketches.

Lo que me sorprende, aunque tampoco demasiado, es ese impulso que mueve a un director de cine a extralimitarse en sus funciones para invadir el terreno reservado a los intérpretes.Tal vez sea un ansia de inmortalidad el resorte que salta en sus mentes para llegar a tomar esa decisión.Un expreso deseo de perdurar, perpetuada su imagen dentro de su obra, tal y como gustaban de hacer no pocos pintores europeos renacentistas, incluso contemporáneos como Velázquez, Rembrandt, Durero o Van Gogh.Ciertamente, su obra les sobrevivirá y habrán conseguido propagar hacia la eternidad su propia imagen como firma indeleble de la misma.Todo ello gracias a la magia de la cámara que posibilita la biubicuidad del pintor de imágenes.

Saludos.

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