AUGURES

Han pasado dos mil años y, aunque los modernos adivinadores actuales no acostumbran a dictaminar sentencia en base al estudio de las vísceras de víctimas entregadas al sacrificio ritual elevado a todo un Olimpo de divinidades para conseguir su favor, la figura del augur, vidente, quiromántico, curandero o visionario todavía puede encontrarse no muy lejos de nuestros domicilios particulares, a poco que sondeemos el amplio y próspero mercado del ocultismo y la parapsicología.Por una módica cantidad, un expectante usuario puede asistir a una sesión en la que podrá escuchar su futuro inmediato y conocerá por boca del presunto profesional detalles acerca de su vida que nadie más conocía.Lo más probable es que el ingenuo visitante se deje convencer ante las insinuaciones del que está al otro lado de la mesa y vuelva a repetir experiencia, rascándose el bolsillo nuevamente.
Hace unos veranos, hallándonos visitando esa perla que separa y une Asia y Europa, Estambul, sentados plácidamente sobre unos cojines en una apartada plazuela paladeando un estimulante té turco, tuvimos ocasión de departir amistosamente con el parlanchín dueño del acogedor establecimiento.Sorprendentemente, y sin venir a cuento, empezó a dar rienda suelta a su oculta afición por la videncia ante los atónitos rostros de mis acompañantes.Para todos había su correspondiente precisión vital, así como una pequeña sarta de inocentes e inocuas recomendaciones.Excepcionalmente, cuando llegó mi turno, su habitual parloteo se convirtió por arte de magia en mutismo absoluto y una expresión de sombría reflexión aderezada por una penetrante mirada, precursora de la más absoluta miseria.Tras unos momentos en los que la tensión se podía cortar con un cuchillo, el individuo se salió por la tangente alegando que si deseaba conocer sus valoraciones con respecto a mi persona, debería acudir sólo al día siguiente al mismo lugar.Sonreí para mis adentros y que duda cabe, no acudí a la cita.Aunque, pasado el tiempo y desde la frialdad de mi posición actual, me pregunto cuanto había de falsario en la conducta de aquel dicharachero turco, curtido en mil situaciones y habiendo lidiado con centenares de turistas.

5 Comments:
Mejor adivinar lo bueno uno mismo, porque pase, y quedarse sin saber lo malo porque nunca se suceda.
Digo yo, vamos.
Me da terror pensar en conocer mi futuro. Con el presente ya vamos serviditos.
Un beso dominical, como el suplemento.
Anita:
Quizás nos quedamos sin saber lo bueno, nunca se sabe...o por lo menos, lo que queremos oir que sea bueno....
Realmente, es gratuito hablar sobre algo que positivamente sabemos que es imposible predecir...
Recibido el ósculo lunero.
Agur.
He acabado de leer hace no mucho "Yo, Claudio" y "Claudio el dios y su esposa Mesalina" donde se describían todas esas costumbres romanas, muy bien recreadas por su autor.
En realidad la adivinacion , se viene practicando desde la antiguedad , era una forma de conocimiento muy arraigada , nuestro espiritu critico e ilustrado nos hace rechazarla , nuestra concepcion vital moderna choca con planteamientos del subconsciente .........pero siempre queda la duda y si las meigas existen , cuidaros y besos para todos :)
Carmen:
Erudito multidisciplinar, Robert Graves fue un estudiante aventajado de la época romana...
Peggy:
Eso es, la racionalidad imperante sepulta cualquier atisbo de paranormalidad...aunque capacidades tan inexplicables como la intuición son tan reales como la vida misma...Intuyo una pincelada transcendentaloide que emana de tí...
Agur.
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