ATUN ROJO

Desde tiempos inmemoriales, al menos desde la colonización fenicia de la desembocadura del Guadalquivir y la fundación de Gadir, los pescadores del Estrecho de Gibraltar conocen sobradamente los hábitos migratorios de uno de los más grandes peces que pueblan los océanos.Entre abril y agosto, procedentes del Círculo Polar Artico, los atunes rojos, Thunus Thynnus, cruzan el estrecho buscando las cálidas temperaturas del Mediterráneo para efectuar su reproducción.

Muy apreciados desde antiguo por su sabrosa carne, estos gigantes acuáticos de hasta 3 metros de longitud y 700 kilos de peso han sido objeto de la depredación humana, como consecuencia de lo cual se hallan al borde de una no lejana extinción.Sus llamativas costumbres reproductivas, que realizan a escasa profundidad, en gran número y esparciendo nubes de esperma a lo largo de extensas superficies que tiñen la superficie del mar, les convierten en diana segura de los cada vez más numerosos buscadores de bancos de atún rojo que cuentan con todo tipo de avances tecnológicos para que no pasen desapercibidos.El descenso en las capturas es significativo a la vez que extremadamente preocupante y el peso medio de los ejemplares ha decrecido considerablemente, impidiendo que ejemplares en edad inmadura puedan llegar a reproducirse para equilibrar el exceso de capturas.

El arte de la almadraba, genuinamente gaditano por naturaleza, se halla gravemente amenazado, solidariamente con su principal fuente de aportación.Se trata de un conjunto de redes en forma de laberinto que se colocan en el fondo marino allí por donde se espera el paso de los formidables atunes.El espectáculo que conlleva el trágico desenlace de los atunes atrapados cabe calificarlo como dantesco, ensartados por letales arpones en una ordalía de sangre aliviada por los aterradores sonidos guturales que no pueden emitir los desventurados atunes.Quizás sea esa ausencia de manifestaciones sonoras la que lastre el incierto destino de miles de peces que se hallan sobreexplotados comercialmente y otros miles que sufren las consecuencias de una absurda e irracional rapiña de fondos y plataformas oceánicas.Parece que el creador erró al no conceder a la fauna ictiológica el don de las cuerdas vocales.

Saludos.