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lunes, agosto 20, 2007

ENSAYO

Si se me concede licencia para ironizar acerca de lo que estimo un atisbo de realismo utópico, creo que es de rigor partir de la base de que cualquier exacción previa se debe duluir ante la urgencia del momento presente.

Profundizando en los turbios orígenes del sagrado linaje que se halla en la mente de todos y cada uno de los que se reconocen como creyentes, no sería justo postergar deliberadamente una cuestión candente que tiñe inexorablemente la discusión como lo es la posición hegemónica de la moral judeo-cristiana sobre otras concepciones teológicas dentro de nuestro marco geopolítico.

Enarbolando la enseña de la neutralidad por encima de todo, aunque sea una cruz la que decora el blasón que preside el portalón de la casa solariega de mis antepasados, y sin pretender establecer un prototipo de equidistancia respecto a todas las diversas opciones que aúnan una visión trascendente el mundo y un modelo de virtudes y valores complementarios, estimo oportuno sugerir que la noción que unos y otros tenemos del acto de delinquir difiere sensiblemente según cómo, cuándo, dónde y a quién se le inquiera sobre el particular.

La historia y la literatura universales recogen dentro de sus páginas no pocos casos en los que flagrantes actos que ahora unánimemente son considerados punibles y altamente reprobables se convierten en bucólicos pasajes para solaz del pueblo iletrado y sus actores principales adquieren la aureola de héroes legendarios y adalides de los más débiles ante las fuerzas opresoras representadas por invasores, funcionarios o rapaces agentes de la autoridad, ya sea ésta civil o religiosa.

Cabe señalar que tales binomios, injusticia-libertador, lejos de quedar relegados como endemismos, siguen proliferando por todo el orbe y gozan de salud inmejorable.Ensimismados en nuestra vacua prosperidad, fraguada en los oropeles de las cámaras legislativas de las potencias democráticas del civilizado Occidente, sin olvidar la suntuosidad y el boato de la corte pontificia con sus tiaras, estolas y demás parafernalia añadida, mostramos un pesar hipócrita y superficial ante la elevada siniestralidad que sigue martilleando sin piedad la sangrienta escena cotidiana de lugares tan sociopolíticamente convulsos como Irak o Afganistán.

Pesimista por vocación y por naturaleza, no percibo en lontananza ni un solo claro que disipe los agoreros nubarrones que se abaten sobre los cielos de Oriente Próximo, máxime si atendemos a las constantes invectivas de George Bush Jr. , cuyo reiterativo discurso se enroca en su aparente y fingida disonancia.Una postura, defendida a capa y espada, incluso en contra del sentir mayoritario de la sociedad norteamericana, que tan solo rolará hacia otro nuevo horizonte cuando el ínclito presidente texano haya logrado cumplir sus objetivos en la conflictiva zona.

Es tan turbulento el panorama irakí que, a día de hoy, en sus calles y mercados, aquellos que todavía no han sufrido el atroz azote de una violencia terrorista fratricida de compleja erradicación, se habla más de balística que de las huras del trigo que debería poblar los exánimes campos mesopotámicos.

Cierto es que existe una acentuada hipertrofia divulgativa respecto a todo lo que acontece en Irak, consecuencia directa de la importancia que cobra para Occidente el rumbo y el destino final de una nave irakí que parece varada en el desierto, enfáticamente hundida en el rico légamo arrastrado por Tigris y Eufrates.

Todo parece indicar que EEUU pretende mostrar ante el mundo un arquetipo de actuación a seguir para domeñar y resolver graves contratiempos estratégicos de más que escabrosa y rebuscada resolución.Pero más allá de erráticos modos de algunos inconscientes soldaditos, con una concepción personal de lo lúdico rayana en la perversión ética, la imagen que está trascendiendo para el ciudadano de a pie español, francés, italiano o alemán difiere sensiblemente de la que publicita el mandamás de la Casa Blanca.Es más cercana a la visión de esas lóbregas y abarrotadas cárceles, las mismas en las que se cometieron los desmanes del régimen dictatorial de Saddam Hussein, en las que unos miserables y denigrados prisioneros de guerra purgan, sin comerlo ni beberlo, en un remedo de limbo impersonal, los crímenes que se cometieron y que se siguen cometiendo.

Desde esta resguardada posición de alcurnia occidental, este vaticinio que comenzó previniendo sobre el peligro inherente a caminar sobre las arenas movedizas del prejuicio, acaba inclinándose bajo la pulsión de ese elemento distorsionador de cualquier controversia que se precie.Somos humanos y, como tales, expuestos a errar.Una y otra vez.

Saludos.

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